jueves, 20 de mayo de 2010

Exhumados en Candeleda 7 cadáveres de una fosa común tras 4 días de trabajos

Ávila, 19 may (EFE).- La Asociación para la Recuperación para la Memoria Histórica (ARMH) ha finalizado hoy los trabajos de exhumación de los siete cadáveres que se encontraban en una fosa común en el municipio de Candeleda (Ávila), después de cuatro días de trabajos que comenzaron el pasado domingo.
Así lo ha confirmado a Efe el vicepresidente de la ARMH, Santiago Macías, quien ha informado de que los restos hallados en el paraje "La cuesta del avión", en el kilómetro 17,000 de la CL-501, serán trasladados al laboratorio que la Asociación tiene en el Campus de la Universidad de León en Ponferrada.

Allí serán identificados durante los próximos meses, a partir de estudios antropológicos, los objetos encontrados y las pruebas de ADN, con el objetivo de confirmar las identidades de todos ellos.

Según Macías, todo apunta que se trata de siete personas vecinas de la cercana localidad de Poyales del Hoyo, en el sur de la provincia abulense, que fueron represaliadas en 1936 durante la Guerra Civil.

De los siete cuerpos, cuatro estaban identificados hasta el pasado lunes y pueden corresponder a Francisco Martín Vélez, de 69 años, y a su hijo Régulo Martín Plaza, de 36, así como a Tomás Retamal Sánchez, de 33 años, y a Emilio García Hornillos, de 34.

Los nombres de las otras tres personas se desconocían, aunque según Santiago Macías puede tratarse de un matrimonio y su único hijo: Ceferino Gómez Díaz, de 82 años, Tomasa de la Peña García, de 62, y Benjamín Gómez de la Peña, de 24 años.

Ninguno de estos tres ha sido, por el momento, reclamado por algún familiar, ya que en el pueblo no queda nadie de su familia directa y el hijo estaba soltero y sin descendencia.

El equipo de la ARMH ha podido deducir que se trata de estas tres personas tras certificar que en el Registro Civil de Poyales del Hoyo figuraban inscritos "casualmente" siete fallecimientos con la misma fecha: 5 de octubre de 1936.

viernes, 7 de mayo de 2010

MEMORIAS DE UN SUPERVIVIENTE DEL PENAL DE VALDENOCEDA

MEMORIAS DE UN SUPERVIVIENTE DEL PENAL DE VALDENOCEDA
Por Ernesto Sempere Villarrubia
(21 noviembre 1920 – 13 enero 2005)


Afortunadamente, todavía vivo, por lo que puedo contar lo que sucedió hace más de 60 años en el antiguo Penal de Valdenoceda (Burgos). Estoy convencido de que debo trasladar mis vivencias a la memoria histórica, pérfidamente oculta y ocultada al pueblo español. Y quiero aclarar que estas memorias son esenciales, no porque sean mías, sino porque constituyen la voz de miles de republicanos que combatieron al fascismo, padecieron en Valdenoceda y desgraciadamente no pueden contarlo. La mayoría de ellos, desaparecidos en razón de su edad – no olvidemos los 65 años transcurridos – y 151 más muertos de avitaminosis, tisis y hambre en el infame penal, asesinados, con premeditación y alevosía, por los vencedores.

Y ahora, me presento: Soy Ernesto Sempere Villarrubia. Sobrepaso los 83 años de edad y nací en Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba) en 1920, cuando esta cuenca andaluza del carbón constituía centro de prosperidad y pujanza. Tengo una esposa adorable que me ha dado ocho hijos varones, todos ya casados, que nos honran con quince nietos, con su constante amor filial y con sus éxitos profesionales. Y, naturalmente, ocho hijas, remansos entrañables.

Ahora, cuando la puerta de mi final está entreabierta, vuelvo mi mirada atrás y me encuentro con una vida, mi propia vida, plena de contenido y de sustancia. Sin dudarlo, volvería a vivirla. Mi recuerdo más lejano, el que quizás me abrió el camino hacia un pensamiento republicano y liberal-conservador, ocurrió el 14 de abril de 1931, en Ciudad Real, con motivo de la proclamación de la II República. Este emotivo momento, lo he recogido en pincelada poética:



“Mi padre y sus recuerdos ocupan mi alma entera

Eficiente ingeniero. Un gran republicano.

Tenía yo 10 años cuando cogió mi mano

y me llevó a besar la tricolor bandera.



Las masas en las calles, de entusiasmo encendidas.

La enseña, rojo y oro. Y el color comunero,

violáceo castellano, defensor de los fueros.

La soñada República. España enardecida.



¡Clamores, alabanzas, abrazos, ovaciones!

¡Se marchó Alfonso trece!¡Se fue de nuestra tierra!

¿Quién podría pensar, entre alegres canciones,

que cinco años más tarde sufriríamos guerra?.



Era en mil novecientos treinta y uno. Y Abril.

¿Quién podría prever una guerra civil?”

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