El ángel
por Osvaldo Pérez Echegaray
Subte Línea D Buenos Aires tiene vísceras. En general, sólo conocemos la piel, pero una mirada más escrutadora permite recorrer sus entrañas. En el sopor metálico del subte, en el que se mezclan olores y esperanzas, donde las miserias humanas se acodan en el sueño de miles de trabajadores adormecidos, donde las estampitas y la indigencia abruman; allí, en esa babilonia al paso, por un peso con cincuenta, uno puede ingresar en un viaje poético.Don Ramón (de Almagro por adopción), inició en Arrecifes su viaje por la vida, hace 71 años. El encandilamiento de los años noventa del siglo XX se llevó su almacén, dejándolo en la calle. Ese mismo brillo ilusorio que ocultaba miseria y despilfarro lo obligó a completar el secundario para obtener un trabajo que nunca llegó. La necesidad lo obligó a pensar y sentir poéticamente. Sus dolores, anhelos y alegrías están expresados en un pequeño y sentido folleto que ofrece en los vagones del subte, con una sonrisa, con la sencilla dignidad de un poeta. Codo a codo con la desocupación, el sida, la ceguera y las minusvalías, Don Ramón de Almagro habla de una espalda ancha que lo espera con vino fresco cada regreso, del beso de un niño capaz de poblar su día de mariposas, de la niña del lago leyendo poesía, de los antepasados, de la madre, la abuela y de los que ya no están pero escuchan, porque a diferencia de los que sí están, no corren, no lo tropiezan, lo esperan, están con él y lo hacen “hablar solo”.Don Ramón recuerda todo lo que día tras día pasa inadvertido , invisible al ojo cotidiano, ese mismo que no es capaz de distinguir a la otra Buenos Aires perdida en la vorágine diaria. Esta Buenos Aires amada y oculta como una pasión prohibida. Vive y ama a su ciudad, esa amante desagradecida en la que promete morir un día (a diferencia de Vallejo, que eligió morir en París vencido por la fatiga). La padece, la disfruta, la consiente, le perdona su ceguera cruel. Y se imagina muriendo en ella, “en el viejo hospital destartalado, llegando sobre una ambulancia, disfrutando por fin de la importancia que te dan cuando grita la sirena”.Don Ramón también es Buenos Aires. No le ha vendido su alma al diablo para sobrevivir. La ofrece por sólo un peso con cincuenta centavos. Al pasar recuerda que en el oscuro túnel del apuro también es posible hallar un manantial de luz.
Observador
Hace 4 horas
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