Desde hace 60 años que vivo en Almagro, anduve por Peron y Bustamante donde me hice de San Lorenzo a los 6 años, luego viví en un conventillo de Humahuaca, estudié en la escuelita de Bustamante donde algún día si Dios quiere voy a ir a hacerles una charla sobre poesía a los chicos, cosa que ya he hecho en otros colegios pero no en el mío tan querido, actualmente vivo en Acuña a 1/2 cuadra del mercado de las flores, me encantaba el pasamanos de la placita, el fútbol me enloquecía pero siempre fui un tronco.
En el colegio de Bustamante la Maestra de 3º me regalo un libro que guardaba con cariño pues fue un premio, pero ahora que ya no lo tengo me doy cuenta que fue una premonición, se llamaba el "niño poeta" y bueno, a los sesenta y pico me hice poeta.
El Conventillo del Abasto
Oh que orgulloso me siento
esta mañana de Mayo
llevando sobre mi pecho
el color azul y blanco
el color de la bandera
que flamea allá en lo alto
recordando la grandeza
de los próceres de Mayo
A mi papá nunca lo veía, se iba a la mañana temprano y volvía a la noche cuando yo ya estaba dormido, en cambio el papá de Carlitos trabajaba nada más que a la mañana en un frigorífico donde era matambrero y ganaba muy bien, yo pensaba que ellos eran ricos porque tenían la radio, eran tucumanos, la tucumana hacía unas empanadas riquísimas. Siempre le sobraba relleno que comíamos los chicos con una cuchara grandota de madera, al padre de Carlitos siempre lo recuerdo, se sentaba el gordo en la puerta de calle con su camiseta blanca, y la tucumana le cebaba mate iba y venia por el zaguán, el gordo leía el diario y le gustaba vernos a los chicos jugar a la pelota, la calle Humahuaca era una calle muy especial, terminaba o empezaba ahí a unos metros de la casa contra el Mercado de Abasto, a la noche llegaban los camiones con la mercadería, a la madrugaba los minoristas la cargaban en los carros y al medio día, después que la parte mayorista del mercado se cerraba venían unas máquinas que lavaban la calle, quedaba todo limpito hecho un espejo, y de ahí hasta la noche la calle era nuestra, para los chicos, como jugábamos a la pelota a veces la pelota era de goma otras de trapo pero que importaba para gritar gol todo servía, un día me acuerdo, apareció una verdadera pelota de fútbol, la trajo uno de los pibes, no recuerdo quien era lo que recuerdo es que cuando le preguntamos quien se la había regalado, nos contó que se la había conseguido un tío, que lo único que había que hacer era escribir una carta a la Sra. Eva Perón, calle Perú 190 poner adentro del sobre nuestro nombre y dirección y en poco tiempo nos mandaría la pelota, me fui corriendo a la pieza repitiendo Perú 190 el nombre de Evita era fácil de acordarse, agarré la cartera del colegio y en la contratapa del libro de lectura anoté Perú 190, pero yo siempre fui así pensé hacer tantas cosas que al final nunca las hice, quizá era que había que comprar papel sobre y la estampilla, si el viejo no hubiera trabajado tanto o si hubiera tenido un tío cerca la cuestión que nunca escribí y los otros chicos tampoco y al final con una sola pelota podíamos jugar todos, la cuestión que ese día que apareció la pelota me perdí de ir al cine y eso que ya tenía el vale que me había ganado repartiendo programas, pero era tan lindo patear una pelota de verdad...
Un día el padre de Carlitos me dijo que había conseguido un trabajo nuevo para la tarde, que era en un taller de cromado, que le iban a pagar muy bien y que con esa plata se pensaba comprar un terreno y edificar una casa, el gordo estaba contento, en los primeros días de trabajo se cromó todas las llaves, hasta cromo unas monedas que quedaron preciosas, pero después ya no se si servían porque tenían un color distinto a las comunes, a mi me cromo un tornillo grandote con tuerca y todo, que había encontrado en la calle, quedó precioso lo tuve mucho tiempo, hasta que un día creo que me rompió el bolsillo y lo perdí, ahora me acuerdo que una vez se lo mostré al Zurdo y quedó fascinado, le conté que me lo había cromado el papá de Carlitos, ¿Quién es? me preguntó y cuando se lo dije exclamó "El gordo de la camiseta blanca, con razón no lo veía más, me dijo y agrego yo creía que se había mudado, siempre que hacía una buena jugada, un caño, una chilena una palomita o un golazo, yo lo miraba y el gordo, el gordo me sonreía, que lastima que no está más", y sí nos habíamos quedado sin el espectador, yo ni me había dado cuenta porque siempre fui un tronco jugando a la pelota, pero al zurdo que era el mejor de todos, el público le hacia falta quedó triste el zurdo.
De Carlitos y del padre la verdad que ni me acuerdo si se hicieron la casa, porque los que se fueron, fuimos nosotros, un día mi papá que nunca aparecía durante el día, apareció y nos dijo, tenemos que ir a la escribanía, compré un departamento, vas a tener una pieza para vos solo me dijo y mamá va a tener una cocina para ella sola, va a estar tranquila.
El departamento era antiguo en un tercer piso por escalera y no tenía patio, solo un pasillo angosto, yo tenía una hermosa pieza, pero era la pieza más aburrida del mundo, la calle era sucia y llena de tráfico, los pocos chicos que había no podían jugar a la pelota.
Aunque no quedaba muy lejos de mi antiguo barrio, nunca más fui a la calle Humahuaca siempre pensaba ir pero yo soy así pienso pero no hago las cosas, por eso con esa mudanza me quedé sin amigos y nunca más los hice, mi vieja como tranquila estaba tranquila, aunque en el conventillo siempre la había visto bien, la recuerdo cuando se secaba las manos en el delantal y se acercaba a la puerta de la pieza de los tucumanos a escuchar la novela del negro Faustino, era tan lindo cuando escuchábamos todos juntos y nos reíamos.
Y sí con el tiempo me di cuenta que había perdido muchas cosas cuando nos mudamos del conventillo, pero algo me quedó de aquella época, un montón de recuerdos y ese orgullo, esa alegría inmensa de ser argentino.
un pájaro posó el vuelo
un pájaro pequeñito
del mismo color del cielo.
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