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    La vida es muy peligrosa. Por las personas que hacen el mal, y por las que se sientan a ver lo que pasa.
    Albert Einstein (versión SaiZa)

    Carpe Diem

    No os quedéis impasibles ante las injusticias y las mentiras. Si algo no os gusta, decidlo sin miedo. Por mucho que la gente corrupta de lo políticamente correcto parezca imponer un silencio, ¡no calléis! Pues es mucho lo que está en juego:
    ¡LA LIBERTAD!

    No te dejes vencer por el desaliento

    No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.No te dejes vencer por el desaliento.No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,que es casi un deber.No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo.Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión.La vida es desierto y oasis.Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa:Tú puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre.No caigas en el peor de los errores: el silencio.La mayoría vive en un silencio espantoso.No te resignes. Huye."Emito mis alaridos por los techos de este mundo",dice el poeta.Valora la belleza de las cosas simples.Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.Eso transforma la vida en un infierno.Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante.Vívela intensamente, sin mediocridad.Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo.Aprende de quienes puedan enseñarte.Las experiencias de quienes nos precedieron de nuestros "poetas muertos", te ayudan a caminar por la vida.La sociedad de hoy somos nosotros. Los "poetas vivos".No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas… Walt Whitman.Versión de: Leandro Wolfson

    El Rincón de la Memoria

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Marina: Desembarco en Uruguay


1- Desembarco en Uruguay

Si esto es literatura testimonial o no, deberán decidirlo los lectores. Pretendo solamente ser la voz de mi padre, después de que se le terminaran las palabras. Creo que él lo permitiría, y aunque me quedan dudas sobre su consentimiento, decidí que su testimonio aunque individual, se debe también al colectivo, porque esa fue, la razón de su vida.
Murió de verdad hace trece años. Ya antes, muchas muertes había él resucitado. Dicen los que lo conocieron, que era un hombre bueno, periodista y revolucionario.

En mil novecientos veintiocho nació, sexto hijo de padres inmigrantes de una Europa de entreguerras. De los diez hermanos fue el primero en nacer en Uruguay. Sus padres, los dos judíos húngaros, vivían en un pueblo de la campiña de centro Europa, donde nacieron sus cinco hermanos mayores, dos hombres y tres mujeres. Ellas conservan su nombre.
A los dos varones mayores, los rebautizaron en el puerto de Montevideo, cuando bajaron del barco en el que cruzaron el Atlántico en un viaje que duró varios meses. Nombres como Wella no se concebían en este país, para un niño de siete u ocho años. En ese instante, y por decisión del funcionario aduanero, pasó a tener el nombre que llevó hasta su muerte, el tío Adalberto. De Leopoldo, el segundo varón, no sé su nombre original.
Montevideo fue sólo una escala, y los cinco hijos más que tuvieron Ignacio y Leonor, mis abuelos con nombres también “traducidos” a su llegada, nacieron en Paysandú. Eligieron para instalar a su familia, la capital del norteño departamento, construida como puerto defensivo junto al río Uruguay.
Los “sanduceros”, pobladores y oriundos del lugar, siguen llamando a la ciudad “La Heroica”, en honor a un episodio histórico de resistencia popular.
Seguramente mis abuelos murieron sin conocer la historia de Leandro Gómez, y de la bárbara conquista, que mi padre, como tantas otras cosas, no tuvo oportunidad para contarles.
Ellos conocían sí la miseria y otros lastres, de una guerra que parecía no parar nunca. Por eso, la diáspora que sufrían y la discriminación eterna, hizo que siguiendo sus tradiciones más arraigadas, se negaran a disfrutar nietos, que como mis hermanos y yo, nacimos de una madre de familia entre atea y cristiana.
Según los recuerdos de papá, su madre cocinaba como en su país y el abuelo tenía gusto por las cosas ácidas, el pescado medio crudo, y unas galletas sin gusto que comían por costumbre. Tenían buenos vecinos, que suplantaron a los aduaneros en la adjudicación de los nombres de los hijos uruguayos, y mi padre fue favorecido con la nominación de Ismael. Cuidaban un terreno circundante a su vivienda, y con las plumas de los gansos que criaban, Leonor hacía abrigos para las camas de sus hijos. Nunca llegó a saber que una de sus bisnietas, aun conserva uno de esos acolchados, que calienta sus noches de invierno Montevideano. Además de las tareas de la casa, y el cuidado de sus diez niños, la abuela atendía a los animales. El padre, vendía frazadas a domicilio, con un socio de la colectividad judía, y cantaba en la Sinagoga de la ciudad, pensando tal vez, en su pueblo Húngaro. Pensaría en otra lengua tratando de criar a los hijos en un país lejano, intentando no perdieran lo único que él había traído, su voz, sus recuerdos y sus creencias.
Las historias que nos contaba mi padre vinculadas a su niñez, transmitían vivencias alegres. Y las que no lo eran tanto, quedaron en nuestra memoria, como divertidas anécdotas familiares. Las idas a la escuela en bote cuando Paysandú se hundía en el río Uruguay, y su casa quedaba casi toda sumergida, era en su relato, una aventura divertida, con detalles de juegos y mudanzas. Narraciones, que iba adaptando según nuestras edades, fuente de lo que aquí cuento, por lo que supongo, no todo corresponde a la realidad.
La canción del “Sabalero” dedicada a los pantalones cortos de niños pateando una pelota de trapo, aunque transcurre en otro departamento del país, lo identificaba plenamente con su infancia sanducera. Tiempos de pobreza, contados a través de lo divertido que fue ir a la escuela en Concepción. En esa ciudad Argentina, situada al otro lado del río Uruguay, tuvieron que afincarse un tiempo, por problemas económicos dejados en la orilla de enfrente.

A los doce años, siguiendo la ruta a la Capital, tomada antes por algunos de sus hermanos mayores, se despidió de su familia y su Paysandú natal, para iniciar la etapa liceal y laboral. Cambió lo pantalones cortos, por los largos, estrenando la adolescencia recién instalada. Nunca olvidó y siempre nos recordó, sus inicios de nadador en el río, el club de Remeros, la casa con la marca indeleble en la pared, del nivel del agua, que rememoraba las inundaciones.
El amor a sus padres, a los que imitaba hablando un mal yidddish, hizo que no sintiéramos rencor por abuelos que no quisieron conocernos. Regresaron a Europa tan pronto como pudieron, acompañados por sus dos hijos varones menores, y murieron en Israel, sin otorgarse ni darnos la posibilidad de quererlos.
Mi padre conoció, a pesar de su corta edad en esos tiempos, el sufrimiento que ellos padecieron durante el transcurso de la segunda guerra mundial.
Noticias que llegaban, y sobretodo las que no llegaban, eran causa de los llantos evitados frente a sus hijos, de Ignacio y Leonor.
La expresión triste de la cara de mis abuelos, que conservo en pocas fotos sepia y desteñidas, no coinciden con la representación que tenía de ellos con las casi fábulas que nos contaba mi padre. Mi abuela, cubierta con un pañuelo su cabeza, dirigiendo un barco pintado sobre la fotografía, con una tripulación de niñitos rubios, con rulos y ojos asustados, es una de las imágenes familiares que más pesar me producen.

Los parlantes en la calle principal de Paysandú anunciando a toda voz, el triunfo de las fuerzas aliadas, fue según papá uno de los primeros anuncios políticos que movilizaron sus sentimientos, relacionándolos con su historia familiar. Marina Weinberger

4 comentarios:

El Pinto dijo...

Pasada la vida nos queda la memoria, y con los recuerdos de lqa gente de bien, el futuro que aunque a muchos les duela, pasa por el respeto.
Un fuerte abrazo y salud

F. J. Zamora dijo...

FELIZ AÑO, Y POR FAVOR NO DEJES QUE SE LES OLVIDE.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Gracias Marina por compartir la historia de tu padre y tu familia. Es bueno recordar, para que el tiempo no borre esas vidas tan valiosas.


Saludos desde Argentina.

Carmela dijo...

Si Marina. Es testimonial.
Y vale la pena!
Conmueve imaginar la figura de la abuela piloteando un barco pintado sobre la fotografía.
El destierro.El exilio : tan duro y doloroso, teñido de recuerdos , de melancolía...
Y la pena y la añoranza ... rondando siempre como una constante en el deambular de la vida.
Abrazos!

También puedes escribirle a Don Ramón para que te lo envíe a otro país, seguro que te encanta su librito de Poemas, él te lo agradecerá. donramon@sinectis.com.ar

NIÑOS ROBADOS

El Rincón de las Miradas

Hola a todos, bienvenidos al Rincón de la Memoria, ¿el porque de ese nombre?, porque para mi es muy importante "No Olvidar", recordar mis raíces, los amigos, las risas, los sueños, las tristezas….recordar cada instante, y no olvidar nunca mis recuerdos.

Un blog de recuerdos de grandes personas e historias, que no deben borrarse de la historia, ni de nuestra Memoria. Un Sitio de encuentros, donde el Olvido y el silencio no tienen la puerta abierta.

Este Blog lo he creado pensando especialmente en dos grandes personas, las cuales admiro muchísimo, son mi buen Amigo Don Ramón de Almagro y Marcos Ana (al cual descubrí un poco más gracias a Don Ramón), Con todo mi cariño hacia ellos.

Y gracias a este Rincón tengo que añadir una extensa lista de amigos entrañables que nunca olvidaré...Andrés Iniesta, Germán, Eva, Carmina, Rafa, kebran y un largo ect.
¡GRACIAS A TODOS!


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