Premios 20Blogs

    Amigos con Memoria...

    La vida es muy peligrosa. Por las personas que hacen el mal, y por las que se sientan a ver lo que pasa.
    Albert Einstein (versión SaiZa)

    Carpe Diem

    No os quedéis impasibles ante las injusticias y las mentiras. Si algo no os gusta, decidlo sin miedo. Por mucho que la gente corrupta de lo políticamente correcto parezca imponer un silencio, ¡no calléis! Pues es mucho lo que está en juego:
    ¡LA LIBERTAD!

    No te dejes vencer por el desaliento

    No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.No te dejes vencer por el desaliento.No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,que es casi un deber.No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo.Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión.La vida es desierto y oasis.Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa:Tú puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre.No caigas en el peor de los errores: el silencio.La mayoría vive en un silencio espantoso.No te resignes. Huye."Emito mis alaridos por los techos de este mundo",dice el poeta.Valora la belleza de las cosas simples.Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.Eso transforma la vida en un infierno.Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante.Vívela intensamente, sin mediocridad.Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo.Aprende de quienes puedan enseñarte.Las experiencias de quienes nos precedieron de nuestros "poetas muertos", te ayudan a caminar por la vida.La sociedad de hoy somos nosotros. Los "poetas vivos".No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas… Walt Whitman.Versión de: Leandro Wolfson

    El Rincón de la Memoria

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"En la Entrega de Premios Dardo se reconoce los valores que cada blogger muestra cada día en su empeño por transmitir valores culturales, éticos, literarios y personales, que en suma, demuestra su creatividad a través de su pensamiento vivo que está y permanece, innato entre sus letras..."

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Cumpleaños Marcos Ana


No hay palabras para describir el Encuentro de ayer con Marcos Ana o tal vez si, la palabra sería Vitalidad, vitalidad de un Marcos Ana que ayer cumplía 90 años de edad y nos volvía a demostrar la fortaleza e infinita amabilidad y bondad que le caracteriza, un corazón joven que sigue luchando por unos nobles ideales y llevando la voz de los olvidados, sea cual sea el encuentro o el motivo de celebración, su pensamiento siempre es para sus compañeros de infortunio, de los que quedaron en el camino y de los que han seguido labrando nuestro camino de libertad, en el anonimato.
Por eso siempre digo que él es nuestro Árbol de Memoria y Dignidad, un árbol que se va ramificando y uniéndonos entre sí, llevando en el viento de la memoria esas semillas de libertad por el mundo.
Así que solo desear que siga aportándonos esa vitalidad por muchos años más y disfrutar de su canto a la vida y a la libertad junto a él.
Os dejo varios videos de un encuentro entrañable, en el que el mejor regalo fue, Marcos Ana.


Aute le dedica unas palabras y una canción a Marcos

Poema recitado por Marcos

Lo siento porque otro video donde él habla no me deja subirlo, intentare subirlo en la página de Facebook

Marcos Ana recoge el Premio René Cassin


El poeta y luchador antifranquista Marcos Ana ha pedido hoy a ETA que deje las armas y que “respete los derechos del pueblo vasco”, al recoger el premio René Cassin de Derechos Humanos que le ha concedido el Gobierno Vasco.

Este premio, instaurado en memoria del jurista francés redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y Premio Nobel de la Paz en 1968, reconoce a aquellas personas y colectivos que “dan testimonio de su compromiso en la promoción, defensa y divulgación de los Derechos Humanos”.

El Gobierno Vasco ha concedido este premio a Marcos Ana, seudónimo de Fernando Macarro Castillo, por su actitud al salir de prisión, al defender “la paz y el diálogo” y rechazar “cualquier deseo de venganza”.
El Ejecutivo vasco reconoce al poeta como “símbolo de la concordia y la reconciliación en España” tras la Guerra Civil y la dictadura franquista, de la que fue el preso que más años tuvo en prisión.
Durante su intervención ha recordado que el “noble pueblo vasco sufre una violencia irracional” desde hace muchos años, en los que ETA ha cometido “crímenes brutales que quiero condenar”.

Marcos Ana ha mostrado su deseo de que
el “sacrificio” de su vida sirva para que los terroristas abandonen las armas, aunque estén “muy encanallados”, y para que los jóvenes “envenenados por la filosofía de la violencia” se den cuenta de que en democracia se pueden desarrollar todos los proyectos políticos.

La entrega de este premio ha estado presidida por el lehendakari, Patxi López, quien también ha hablado del sueño de una Euskadi en paz y libertad, en la que quepan todas las personas y las ideas y en las que “no hay sitio para la violencia ni quienes la apoyan”.
La consejera de Justicia del Gobierno vasco, Idoia Mendia, ha añadido que este premio representa también un "pequeño acto de justicia para los miles de hombres y mujeres que lucharon durante más de cuarenta años contra la dictadura de Franco y en defensa de la justicia, la libertad y la democracia".

diariovasco.com y El mundo. es

Marina: El Final 1973


1971 Triunfo de la esperanza 26 de marzo. 18 y ejido.. vimos nacer y crecer al Frente Amplio. Algo que no se podía tolerar. Argentina, Chile con Allende. Había que podar de raiz………..El Imperio, insaciable, no permitiría la posibilidad de un mundo mejor.Pero latino América es indoblegable. La historia lo iría a demostrar.
1973
Seguramente todos los uruguayos que tenemos memoria de ese año, lo asociamos a nuestra historia personal. Sabemos de memoria la edad que teníamos sin necesidad de calcularla, qué estábamos haciendo cuando se trasmitió la noticia del golpe de estado y hasta como estaba el tiempo ese día de invierno en Montevideo. Veníamos llevando desde hacía años, la cuenta de amigos y familiares presos, de los que podían escaparse al exterior y de los que se tenían que ir, por la pérdida de sustento económico.
Ir al liceo todos lo días era riesgoso. Allanamiento en los locales de estudio, gente armada mezclada en los grupos de clase, entradas intempestivas de policías o soldados en las aulas, llevando compañeros de quince o dieciséis años presos. Gases, corridas, golpes, enfrentamiento de tanques y caballos contra la gente, jóvenes algunos casi niños. Huelga general desde el momento del golpe, fábricas y centro de estudio ocupados.
Clausura de diarios y publicaciones de protesta, censura de todo tipo, películas, programas radiales, planes de estudio, libros, eran las vivencias cotidianas.
El Popular estuvo clausurado, y cuando pudieron volver a sacarlo, a papá le asignaron la tarea de ser el redactor responsable. En ese tiempo, más que un mérito, un compromiso peligroso.
Como respuesta al famoso llamado de “a las cinco de la tarde”, los ómnibus descargaban gente de todas las edades en las paradas del centro de Montevideo. El nueve de julio de ese año, encontró a la calle18 de julio llena de gente corriendo, tratando de esquivar caballos al mando de soldados con órdenes de represión, desesperados buscando hijos, hermanos o compañeros.
Un pueblo manifestándose en contra de la dictadura militar impuesta, fue castigado nuevamente.
En El Popular irrumpieron arrasando con todo, incluso con los trabajadores del diario, que quedaron literalmente bajo las botas de los soldados, que así los llevaron y encerraron en el Cilindro Municipal, clásico estadio de básquetbol montevideano que usaron de prisión, agrandando el espacio locativo carcelario.
Me acuerdo de todo. Las visitas a través del alambrado. El gallego Aurelio ingeniándosela para entrar a verlos, simulando ser el verdulero o el encargado de llevar leña.
En ese momento, a pesar de años de despedidas y llantos, no imaginamos la magnitud de lo que ya pasaba, y lo que se estaba preparando. Se hizo la noche sin aviso. Miedo, clandestinidad, persecución dolor y muerte como nunca hubiéramos imaginado, enfrentando la dignidad de nuestra gente. Miradas cómplices, poemas y canciones, se opusieron como se pudo al terror. Resistió la carta popular, llegando a manos del pueblo, continuación clandestina del Popular, que sus periodistas seguían imprimiendo.
Destierro, destrucción cárcel y tortura, contra la unión de la resistencia y solidaridad de personas comunes que defendían el sueño de un mundo para todos. América arrasada otra vez.

Desde la noche anterior a mi casamiento en el inicio de 1976 hasta que nació mi tercer hijo en el 83, papá sufrió la cárcel, después de estar un año desaparecido, pasando de cuartel en cuartel.
Prefiero anexar documentos y testimonios, a relatar esta parte de la historia que con tantos compañeros compartió. Guardo los documentos que muestran la solidaridad en todos los idiomas.


Guardo sus cartas y las carteras que trenzó. Guardo la paloma surgida de un trozo de hueso, que reclamaba paz. Guardo un corazón hecho de papel higiénico que nos llegó al año de su desaparición escondido en los restos de ropa que nos entregaron, gritando los harapos el tormento.
Pero sobretodo guardo su risa, la esperanza transmitida y las palabras escritas en el corazón rasgado en un baño de cuartel: besos a todos “ánimo”.
Confío en él, y en la bandera que nos pasó, y aunque a veces nos cueste sostenerla, surgirán siempre manos que no la dejarán caer.
Marina Weinberger

Este es el último relato contado por la memoria de Marina Weinberger, a la que tengo que agradecer que haya escogido el Rincón de la Memoria para compartir con todos nosotros sus recuerdos y emociones. Muchas gracias, y Feliz Noche de Reyes.

Marina: El periodista


El Periodista
Mientras nosotros hacíamos nuestras primeras experiencias, papá reconocía cada adoquín de las calles del Cerro, caminadas de memoria rumbo a los frigoríficos. Dicen los viejos obreros, compañeros que lo recuerdan, que lo sentían parte de ellos y sus problemas, diferenciado por la libreta de apuntes de tapa negra, que siempre recuerdo en su mano, o sobresaliendo por el bolsillo de su saco gris. Papá no me hablaba de política, pero respondía a mi provocación casi despectiva de planteos radicales y ataques sin argumentos, a su organización política.
Trataba de transmitirme su opinión, de que estudiantes e intelectuales, debíamos acompañar en sus reclamos, a los que verdaderamente generan la riqueza, de la que algunos se benefician más que otros. Confiaba plenamente en la clase obrera, y desde el lugar de periodista que eligió, se comprometió con ella.
Del local de la calle Justicia, el recuerdo surge sobre todo desde fotografías impresas en blanco y negro, en papel brillante. Una, en la que estamos mi hermano y yo, amarrados de cada mano de papá, frente a la puerta enorme de madera repujada del diario, con un pomo de bronce reluciente, reproduce la sensación casi olvidada, de traspasarla. Sabía que adentro papá nos dejaría teclear en su máquina de escribir Remington.
Cuando se mudó el Popular a la esquina de Rio Branco y dieciocho de julio, hubo festejos, ya que la sala de Redacción era más grande y cómoda, y en el subsuelo funcionaba la linotipo de hierro negro. Era una máquina monumental, de dos pisos, con ruido a ferrocarril, donde páginas enormes armadas con tipografías de metal que se juntaban como un puzzle, se copiaban en papel. Entre ese estruendo infernal, olor a tinta y gente tomando leche, papá veía salir cada madrugada el diario de denuncia, que parían cada día con el esfuerzo de todos.
Unos años después, compraron la moderna impresora offset , que los llenó de orgullo, le dio color al popular, y les duró poco tiempo.
Nos gustaba visitar a papá en su lugar de trabajo. Aurelio nos sacaba fotos, Acassuso, Porley y otros de sus compañeros, nos ofrecían prestados sus queridos instrumentos de trabajo, que hacía que nos sintiéramos periodistas.
Los autógrafos no valorados en ese momento, es una de las pérdidas de las que más me arrepiento. A cada artista, escritor o actor que visitaba o entrevistaban, mi padre le pedía un autógrafo para mí, que debía ser con dedicatoria. De algunos me acuerdo de memoria, ninguno conservo. Mercedes Sosa, Zitarrosa, Serrat, Reed, Quilapayun , y otros que no retengo, fueron casi obligados por él, a escribir con cariño, para una hija desconocida.

Marina: Hijos


Hijos
Mi primer hermano y yo, nacimos con diferencia de un año y poco, en los últimos años de la década del 50, en el barrio Buceo.
En esos años papá, que ya era periodista del periódico Justicia, participó de la fundación del diario El Popular, órgano escrito del Partido Comunista del Uruguay.
Desde ese momento, escribió sin parar, yendo de las fábricas a los frigoríficos. Hablando con los trabajadores en las obras o en los locales sindicales, poniendo en palabras impresas, sus esperanzas y las dificultades que sufrían. Todos hacían de todo un poco. Escribían las notas, corregían las impresiones y repartían el diario.
El “gallego Aurelio”, fotógrafo incansable, frecuente compañero de mi padre en la cobertura sindical, tocando el timbre de mi casa en la calle Cuñapirú, mientras mamá se quejaba por la hora, son memorias que se reiteran de mi infancia.
Aunque ella siempre creyó en la justeza de sus ideas, y cotidianamente vivía con sus alumnos, las injustas diferencias de posibilidades, siempre discutieron mis padres por las horas que destinaba él a una profesión, que ejercía con obsesión militante. Hasta que no veía salir el primer diario, sin una sola falta de ortografía, papá no volvía a casa.
Lo dos desempeñaron sus tareas con la pasión y confianza que merecía el sueño de muchos, de un futuro en construcción.
Durante los primeros años de escuela, recuerdo la primera oración infaltable en la clásica redacción : Mi familia. “Mamá es maestra y papá periodista”. Hasta ahora me conmueve escribirlo, evocando el orgullo que me provocaba en los años escolares. Lo que sí era difícil, dar la verdadera respuesta a la pregunta, con casi sólo dos opciones en esa época, sobre la preferencia política de mis padres. Cuando comprobé que mis compañeros se alteraban con la de “mi padre es comunista”, por un tiempo intenté contestaciones evasivas. Buenos amigos, que muchos hasta hoy lo son, no entendían como mi padre siendo bueno, había tomado una opción casi maléfica en su representación. El sentimiento de traición parental que me invadió, me afirmó en tratar de mantener respuestas contundentes, con reflexiones agregadas y hasta un resto de desafío, dirigida a niños que yo pensaba, estaban mal informados.
Basaba mis explicaciones, repitiendo lo que oía en casa. Tal vez más, en lo que veía, del actuar desprendido y desinteresado de mis viejos.
Mi infancia pasó entre padres que trabajaban, militaban y discutían, abuela, hermanos, muchos primos, y personas que ayudaban en nuestro cuidado. Íbamos a la escuela, dónde mamá trabajaba de maestra en esa época, y en la que antes, había sido alumna. Sus recreos, los amigos y las moreras del patio, es una de las primeras cosas que evoco, cuando pienso en mi niñez. Pero además, entre otras cosas, las tardes que pasamos con mamá y sus colegas en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, para lograr la in entendible para nosotros, Ley de Equiparación. Jugábamos a patinar hasta cansarnos, en los resbaladizos pisos de mármol con otros niños, hijos de compañeras de mi madre, transformando la lucha gremial en juego, con un fin de paseo, calentando el invierno tomando café con leche, en el Bar Alcalá, frente a la Facultad de Medicina.
El recuerdo del “cuba sí, yanqui no” cantado desde los hombros de papá, en alguna manifestación, me generaba contradicciones a la hora de no incluir la bandera cubana con la otras de Latinoamérica, cuando estudiábamos la integración de la Organización de Estados Americanos, en quinto año de escuela. La gravedad de lo conflictos sociales uruguayos derivados de una creciente desigualdad de oportunidades, con gran prepotencia gubernamental, la viví con todo su peso. Pensaba con rabia y angustia, en el asesinato de un joven estudiante de Veterinaria, que como mis padres, sólo quería un mundo mejor. En el entierro de Liber Arce, caminamos con mi hermano muchas cuadras, acompañando a papá y mamá conmovidos y silenciosos. Seguramente ese momento, marcó en nosotros y en muchos niños de entonces, la comprensión de la tan repetida, palabra compañero.
Estrené el liceo en el 68, año mundialmente eclosionado por los mayos de aquí y de allá. Aun con doce años recién cumplidos, era inevitable no comprometerse con los cambios que se veían cerca. La lucha por el precio del boleto de estudiante y los peajes en solidaridad con los obreros de fábricas en lucha por despidos, cierres y salarios, me encontró al inicio de mi adolescencia. El sentimiento de solidaridad con compañeros y profesores durante los cursos paralelos dictados en locales sindicales, en respuesta al cierre de clases en secundaria, marcó la mitad del 69. Y el cielito de fondo cantado por Los Olimareños, lo convirtió en un año inolvidable.
Creo que, aunque nunca lo dijo, mi padre sentía temor por nuestra exposición al peligro, frente a la represión que se extendía. Tengo la impresión que lo desgarraba esa sensación, que incluía nuestra protección, más que el temor por su propia suerte, durante el combate por su ideas. Como sea, el sentimiento intenso de aquellos días adolescentes, tienen el gusto a un tiempo intensamente dado y compartido, que muchas veces extrañado, se hace necesario reproducir.

Gerardo, mi hermano menor

“Si tenés un hermano diferente a los demás, pensás que en el cromosoma que le sobra tiene todo lo que le falta. Podía haber enseñado matemáticas como el otro, ser médico o lo que quisiera. Podía tener las manos como todos y los ojos, además de tener el mismo color, ser parecidos en la forma. Pensás que no lo hubieran mirado con compasión cuando era un niño, y con distancia y algo de temor cuando adulto. Que podría haber compartido la vida desde otro entendimiento, aprovechado de una inteligencia que no tiene. Si tenés un hermano diferente no pensás donde está codificada la bondad que tiene. Dónde la capacidad de disfrute, de sorpresa. La capacidad eterna de jugar, de abrazar. No pensás que a los demás nos falta lo que a él le sobra. El destierro del malhumor, la codicia , la avaricia , la envidia. El triunfo de la vida de las percepciones, los afectos. El contacto con la tierra, con la simpleza. No pensás en aprender lo que enseña, porque hay que modificarlo, hacerlo más parecido, más aceptable. Para sobrevivir independiente, necesita las capacidades que le faltan , no las superiores que pueda conectarlas a las suyas. Las más salvajes, las que se perdieron en su secuencia de ADN.”

Marina Weinberger

Marina: Mi Madre.



Mi madre, abuela de mis hijos.

“Estando con la nieta en la misma casa en que ella nació, a pocas dunas del mar, se pregunta si el olor es el mismo que sentía hace setenta años cuando en la galería su madre hacía los tallarines caseros y se cocinaba el tuco en la olla de los domingos. Los nietos podían ayudar dando manija a la máquina de metal donde por los agujeros salían perfectos. Cuando se hacían ñoquis los pasaban por el tenedor y cuando tocaba ravioles los cortaban con una ruedita de metal con mango de madera.

Le cuenta a Inés, su nieta menor, que cuando ella era niña, se usaban unos trajes de baño que cubrían mucho el cuerpo, incluso para los varones. Después de hacer la digestión, podían ir a la playa hermanos y primos, siempre que se cuidaran entre todos.

Este domingo quiere sentir ese olor y no puede. Con la nieta juega a las cartas, hacen los trabajos escolares, leen. Igual sabe que ese olor que añora, no es el que le quiere dejar a Inés. Y sin embargo es el aroma extrañado de su madre, de sus cuidados. No de su padre, el Doctor, que reclamaba rapidez en el tendido de la mesa, su vaso de agua con limón y las uvas. Las uvas, que había que servirle en su dormitorio, antes de la siesta.
La madre de la abuela, llevaba orgullosa un apellido escocés con tantas consonantes como batallas ganadas agregaba el nombre. Pero ni tocada por la orden de Ricardo Corazón de León podía dejar de correr solicitada por el marido.

Fueron a la misma escuela. La abuela, primero a aprender, después a enseñar.
Su hija primero, y después los nietos, trajeron la túnica con las mismas manchas violetas de las moras que sacaban del árbol en el recreo ( y que siempre estuvo prohibido). La oreja de la llama de yeso que está en la entrada, sigue rota o la arreglan de vez en cuando.
Cómo le explica a su nieta entonces, cómo todo cambió tanto, si los frutos siguen en el árbol para que todos los sigan alcanzando. Le enseña como puede que hay uvas malditas y moras benditas, que por suerte no se pueden heredar las dos, pero la nieta prefiere seguir el partido de escoba de quince.
Se da cuenta que no puede contarle mucho de los orígenes de sus padres, de sus tíos, de lo que más se acuerda es de aquellos olores, de la playa y de las uvas. También de aquellos fines de año con sus cinco hermanos, la fiesta en su casa de todo un barrio, el perro encerrado en el baño del fondo porque se asustaba del ruido de los “cohetes”. Venían los vecinos, se asaban los corderos y ahí sí los niños casi lograban la propiedad de todo el fondo. Hermanos, primos y amigos se cansaban jugando a “la mancha”, el paso la piedra y no la recibo y más tarde hasta el juego de la “verdad o consecuencia”. Algunos niños daban besos como pagos de prenda. Otros decían la verdad.”

Mi madre, la novia, la esposa.


El entusiasmo de mi padre estaba puesto en la escritura. Por la vía de los hechos se convirtió en periodista. Pasó del boletín del liceo, a escribir en cualquier publicación de contenido social o gremial con la que se vinculaba. Aun siendo muy joven, adoptó el convencimiento de la justeza del pensamiento marxista, como guía de lo cambios que los hombres del mundo se debían. Creía en un futuro destinado a la humanidad, donde fuera posible, la paz y el pan para todos. Ingresó a una organización de jóvenes comunistas, y en un baile que organizaban sus compañeros, de un Centro que llamaban “El estudiantil”, conoció a mamá.
Había ido acompañada por su hermana mayor, mezcla de cuidado y complicidad. Hablando con ella, mi padre supo, que la osada morocha con quien rápidamente entabló conversación, era una de los seis hijos de un médico comunista, bastante conocido en esos tiempos, en los círculos políticos de izquierda.


Por casualidades que parecen signos premonitorios, estaban leyendo el mismo libro, que por lo que ellos cuentan, fue tema de su primer encuentro. Al despedirse, él olvidó devolver una petaca con polvos de maquillaje que ella pidió le guardara en el momento del baile, en el bolsillo del saco. Con el pretexto de devolución, papá emprendió su primer viaje al costero balneario de Malvín, donde mamá vivía con sus padres y cinco hermanos. Seguramente no imaginaba en ese momento, las circunstancias que él mismo protagonizaría viviendo en esa casa, mucho años después. Llegar hasta ahí en bicicleta, transitando por pocas calles, muchas dunas, y cruzando arroyos, no debe haberle resultado fácil. Pero a juzgar por los acontecimientos futuros, mi madre debió haber desplegado una especie de embrujo que la trasciende, provocando que los viajes a pedal, fueran cada vez más frecuentes, y menos fatigantes. No creo que mis abuelos maternos hayan aprobado desde el inicio la elección de mamá, por un muchacho pobre con nada más por bienes, que buenas intenciones. Se me ocurre esto, pensando en mi abuelo, siempre con aires de gran doctor, comunista, pero siempre dirigente, después de haber sido diputado batllista. Y mi abuela, de sangre buena, pero azul, con un apellido escocés de muchas consonantes.

Lo real, es que mis padres siempre disfrutaron relatando, la historia del inicio de su noviazgo. Tanto, que ahora mamá la sigue contando, convertida en cuento, a nietos y bisnietos.
Con veinte años, recién regresada de magisterio, trabajaba en una escuela rural en las cercanías de Tala, en el departamento de Canelones. Aunque en el mapa figura cerca de Montevideo, la realidad geográfica y las posibilidades de comunicación y transporte, que eran insuficientes, hacían del lugar una región lejana. Por esas razones, mi madre daba clases y vivía en la escuela de lunes a viernes. Tenía alumnos de todas las edades, que llegaban a caballo y muchos de ellos, no conocían el mar viviendo a pocos kilómetros de la costa. Ella disfrutó transmitiéndoles lo que podía, y compartiendo sus vidas. Los fines de semana, si daba paso el arroyo, que se desbordaba con las lluvias, volvía a Montevideo. Le gustaba el campo, sabía cabalgar y creo que si hubiera sido decidido sólo por ella, hubiéramos nacido en la campaña y no en la ciudad como lo hicimos.

Marina Weinberger

Marina: Montevideo


Gracias por seguir fieles a esta historia. ¡FELIZ AÑO NUEVO!


2- Montevideo

A los doce o trece años de edad, estas ideas se fueron aclarando en el apartamento Montevideano de su hermana mayor, que, cómo si fuera un símbolo se llama Clara. Ella fue la primera en dejar la casa paterna, y trabajando de vendedora en una tienda, alquiló una vivienda, en el barrio céntrico del Cordón. Además de los hermanos que iban llegando, esa casa recibió a amigos de todos ellos, estudiantes y trabajadores, y se convirtió en un centro juvenil, de discusión literaria, política y filosófica. Casi a sesenta años, a veces encuentro a algún viejo amigo de ellos, que sonriendo recuerda aquel lugar.

Es difícil imaginar a la elegante tía Clara, como una de las responsables del camino elegido por mi padre, desde que entró al liceo y para toda la vida. Pero el brillo que mantienen sus ojos verdes, trasmite hasta ahora, una pasión conquistadora. Y entiendo, como aquellos jóvenes, veinte añeros de los ´50, confiesan aun, con una casi sonrisa, el amor por su mirada.

Mi padre, entró con doce años al liceo Público Instituto Vázquez Acevedo en horario nocturno, ya que durante el día trabajaba en una industria metalúrgica, donde se fabricaban tapas de metal, para botellas de vidrio.

Nos transmitió una imagen de alumno aplicado, que ahora no estoy tan segura, corresponda completamente, a la realidad.

Lo cierto es que siendo estudiante del “IAVA”, como aun se nombra ese liceo, comenzó a escribir, tratando de entender una guerra lejana, que afecta a la humanidad y desgarra a su familia. Con un grupo de amigos, alumnos del liceo, publican un boletín, que ellos mismos escriben, programan, copian en un mimeógrafo y reparten a sus compañeros. Se dedican a la difusión del conocimiento de situaciones injustas sobre problemas cotidianos, que lo incluyen a él, a su liceo y a sus colegas, tratando de proponer soluciones colectivas. Pienso que fue ese sentimiento el que definió sus acciones, luego tal vez, sobre bases más sólidas de pensamiento, pero con la misma intención, durante toda su vida.

A esta altura del relato, me detuve a analizar si una admiración desmedida, o una percepción
alterada de mis recuerdos infantiles y juveniles, no hacen al testimonio familiar perder valor. Si así fuera, mis disculpas, pero no puedo modificar el curso de mis recuerdos, ni evitar transmitir los valores más queridos que él me entregó. Le debo la convicción, de que en el mundo hay muchos hombres buenos, y hace falta que se cuenten sus historias.

No conozco muchos detalles de esta etapa de su vida, pero sí sé, que quería entrar luego de terminar secundaria, a la Facultad de Arquitectura. Abandonó esa idea, por falta de tiempo, y el orden de sus opciones. Concomitante con los estudios secundarios, cursó un bachillerato técnico, y egresó de la Universidad del Trabajo, convertido en mecánico tornero. Como en verdad parece que era un alumno destacado, accedió a un cargo para desempeñar su oficio, en las líneas aéreas del Estado.

Si no hubiera visto fotografías de papá con mameluco, trabajando en los aviones, hubiera pensado que no era cierto. La imagen que tengo de él, tratando de arreglar algún desperfecto hogareño, no concuerda en lo más mínimo, con ese antecedente. Lo consideré siempre un intelectual incapaz para realizar con éxito, cualquier tarea manual. Revivo episodios de canillas goteando con “cueritos” mal cambiados, cisternas perdiendo agua, apagones a continuación de corto circuitos provocados sin intención, al querer reparar algún artefacto eléctrico y otros ectcétera. La argumentación era siempre distinta, en defensa de su destreza, aunque nunca lo vi preocuparse demasiado, por demostrar habilidades que decía poseer. Ni siquiera mi madre apoyaba su versión en ese aspecto. Y eso que se conocieron en la época que él trabajaba en PLUNA al inicio de la década del cincuenta. Para ser precisos, en esos tiempos, ya había decidido dejar ese trabajo, para dedicarse por entero al periodismo.

Marina Weinberger

También puedes escribirle a Don Ramón para que te lo envíe a otro país, seguro que te encanta su librito de Poemas, él te lo agradecerá. donramon@sinectis.com.ar

NIÑOS ROBADOS

El Rincón de las Miradas

Hola a todos, bienvenidos al Rincón de la Memoria, ¿el porque de ese nombre?, porque para mi es muy importante "No Olvidar", recordar mis raíces, los amigos, las risas, los sueños, las tristezas….recordar cada instante, y no olvidar nunca mis recuerdos.

Un blog de recuerdos de grandes personas e historias, que no deben borrarse de la historia, ni de nuestra Memoria. Un Sitio de encuentros, donde el Olvido y el silencio no tienen la puerta abierta.

Este Blog lo he creado pensando especialmente en dos grandes personas, las cuales admiro muchísimo, son mi buen Amigo Don Ramón de Almagro y Marcos Ana (al cual descubrí un poco más gracias a Don Ramón), Con todo mi cariño hacia ellos.

Y gracias a este Rincón tengo que añadir una extensa lista de amigos entrañables que nunca olvidaré...Andrés Iniesta, Germán, Eva, Carmina, Rafa, kebran y un largo ect.
¡GRACIAS A TODOS!


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No olviden que a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo (...).

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D. Ramón y Marcos Ana

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La caza del monumento fascista.

Museo Virtual de la Memoria Repúblicana de Madrid Las víctimas de la Represión Franquista en Madrid