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    Amigos con Memoria...

    La vida es muy peligrosa. Por las personas que hacen el mal, y por las que se sientan a ver lo que pasa.
    Albert Einstein (versión SaiZa)

    Carpe Diem

    No os quedéis impasibles ante las injusticias y las mentiras. Si algo no os gusta, decidlo sin miedo. Por mucho que la gente corrupta de lo políticamente correcto parezca imponer un silencio, ¡no calléis! Pues es mucho lo que está en juego:
    ¡LA LIBERTAD!

    No te dejes vencer por el desaliento

    No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.No te dejes vencer por el desaliento.No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,que es casi un deber.No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo.Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión.La vida es desierto y oasis.Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa:Tú puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre.No caigas en el peor de los errores: el silencio.La mayoría vive en un silencio espantoso.No te resignes. Huye."Emito mis alaridos por los techos de este mundo",dice el poeta.Valora la belleza de las cosas simples.Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.Eso transforma la vida en un infierno.Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante.Vívela intensamente, sin mediocridad.Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo.Aprende de quienes puedan enseñarte.Las experiencias de quienes nos precedieron de nuestros "poetas muertos", te ayudan a caminar por la vida.La sociedad de hoy somos nosotros. Los "poetas vivos".No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas… Walt Whitman.Versión de: Leandro Wolfson

    El Rincón de la Memoria

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El Valle de los Caídos en primera persona


El pasado 17 de Octubre en Tve se emitió un reportaje en el que salía el entrañable Andrés Iniesta, el cual su querida Hija Rosi me aviso para poder verlo, porque como siempre lo emiten al pasar media noche, evitando que un mayor publico lo vea, pero gracias a Internet podemos difundir estos reportajes tan necesarios para todos y sobretodo para la Memoria Histórica de este Olvidadizo país.

Video "El Valle de los Caídos en primera persona"

* RTVE.es ha hablado con personas que pasaron por cárceles franquistas
* La polémica abierta por Garzón les ha empujado a recordar su historia
* Andrés Iniesta pasó varios años de auténtico calvario, ayudó a encontrar fosas en su pueblo
* Nicolás Sánchez-Albornoz se escapó de Cuelgamuros en 1948
* Carmen Arrojo recuerda los años de reclusión de su hermano, un alto cargo republicano


VICTORIA BOLAÑOS 16.10.2008
Nicolás Sánchez-Albornoz, Andrés Iniesta y Carmen Arrojo estuvieron -como presos, ellos, de visita a un hermano, ella- en el Valle de los Caídos. Es el mausoleo que mandó construir el dictador Francisco Franco en el paraje de Cuelgamuros -a pocos kilómetros del monasterio de El Escorial- y cuya construcción fue iniciada en 1940 con mano de obra procedente de las cárceles franquistas, es decir, con presos republicanos.

Aunque en principio estaba previsto que la obra finalizara cuatro o cinco años después, acabó inaugurándose en 1958. Fueron 18 años de construcción, y no siempre fáciles. Los obreros contaban con picos, palas y su fuerza física. Lo más difícil, horadar la dura piedra de la montaña de Guadarrama, que causó numerosos muertos por silicosis, provocada por la inhalación de polvo de sílice. Este icono del Franquismo también está incluido en la polémica iniciada por el juez Baltasar Garzón, ya que aún está por ver cuánta gente murió allí y permanece enterrada.

Testimonios vivos

RTVE.es ha hablado con algunas personas que estuvieron en Cuelgamuros. Quien vivió terribles penalidades fue Andrés Iniesta, un conquense con mucha historia a sus espaldas, pero, de forma resumida, podemos contar que fue encarcelado en 1939 a los 17 años -cuando entonces aún era menor de edad-, por ser de familia republicana. Después de pasar varios años en cárceles malviviendo, pasando hambre y bajo terribles presiones psicológicas, llegó a Cuelgamuros. Estaba en el destacamento de la carretera, cogiendo piedras de la montaña y machacándolas.

Después de estar en la sierra madrileña Iniesta salió en libertad condicional y no consiguió la libertad definitiva hasta los años 50. Ya en el siglo XXI este conquense ha ayudado, además, a localizar varias fosas comunes ubicadas en Uclés -su pueblo de procedencia-, donde iban a parar los presos fusilados en la cárcel Monasterio de Uclés. Allí estuvo encarcelado unos tres años, y es que este hombre, de memoria extraordinaria, publicó un libro titulado "El niño de la prisión" donde narra su vida de reclusión y que incluye los nombres y apellidos de todos los compañeros fusilados durante su estancia en el monasterio, estancia que aún recuerda con lágrimas en los ojos.

El ex preso e historiador Nicolás Sánchez-Albornoz -hijo del también historiador Claudio Sánchez-Albornoz-, fue a Cuelgamuros en 1948 después de haber estado en la cárcel de Carabanchel. Fue encarcelado junto a otros estudiantes por hacer una pintada que rezaba "Viva la universidad libre". Fue el colofón a un año de lucha por reorganizar la Federación Universitaria Escolar, a favor de la libertad en la universidad.

Ya en el penal madrileño pensó en fugarse, cosa que finalmente consiguió en el Valle de los Caídos y que precedió a su exilio en Argentina. Durante ese tiempo, y dado que era estudiante, trabajó en las oficinas y no cuenta muchas penalidades sufridas por los presos, ya que él vivía aparte y no lo vivió en primera persona.

Tampoco conoció demasiadas calamidades durante su estancia en Cuelgamuros el hermano de Carmen Arrojo, Antonio Arrojo Maroto (1915-2005), que fue presidente del Tribunal Militar del segundo cuerpo del Ejército republicano. Estuvo en el valle durante dos años, en un destacamento en el que realizaban trabajos más especializados de pintura, electricidad, etc. Tenían por encima suyo a oficiales "correctos en el trato" que les daban el alimento que les correspondía y les trataron, según palabras de Carmen, "decentemente".

Esclavos del Régimen

El historiador Rafael Torres, ha denunciado, a través de diversas obras, que los presos republicanos fueron "esclavizados", a su parecer, por el Régimen y por numerosas empresas privadas en obras como puertos, pantanos, edificios, etc., que pueblan toda España. Eran, dice, "mano de obra barata que trabajaba sin rechistar" por la situación en la que se encontraban.

Torres ha explicado que la cruz, la cripta, el monasterio y la carretera que lleva al monumento se hicieron obligando a realizar trabajos forzados a miles de personas hasta comienzos de la década de los 50. Aunque, según este historiador, es imposible conocer con exactitud el número de fallecidos que hubo durante la construcción del mausoleo y de los que se hayan enterrados en el mismo, no son, de ninguna manera, los catorce que dijo el Régimen.

Esta es sólo una pincelada de historias que aún, 70 años después de haber sucedido,
siguen muy vivas.

Carne Cruda: Marcos Ana y un poema


Hoy al escuchar esta entrevista de Marcos Ana y oirle recitar uno de sus poemas Imaginaria, como siempre han venido a mi mente muchos recuerdos y emociones, que quiero compartirlos con vosotros. Un beso y siempre ¡Salud, Memoria y Libertad!

Carne Cruda: Marcos Ana (19 Octubre 2009)



Al pintor Miguel Vázquez

Al que sorprendí una noche llorando en la cárcel de Burgos.



Oídme amigos. He visto

con los ojos soñolientos

algo que quiero contaros.


Es la madrugada. Un preso

enfrente de mí despierta.

Se incorpora sobre un codo.


Lía un cigarro. Se sienta.

Mientras fuma tiene ausente

la mirada, como dormida la frente

(Sueña el viento en la ventana)


Tira el cigarro. Se inclina.

Saca un pedazo de pan,

se lo come lentamente

y después… rompe a llorar.


(Quizás no tenga importancia…

Yo os lo cuento)

Ya sabéis que a mi las losas

me han gastado hasta los huesos

del corazón,

pero ver llorar a un hombre

es algo, siempre, tremendo.


Y este preso no es un árbol

que se ha roto. Sigue ileso.


Pero de pronto ha venido

todo lo “suyo” a su encuentro

en esta noche tranquila…


Con su dolor en mi pecho

le miro. No puede verme.

Sus ojos están muy lejos.


Sus ojos cerca, llorando

tan suave, tan hondamente

que apenas si mueve el aire

y el silencio.

Un “alerta” le estremece.

(Por el patio

se oye cruzar el relevo)

Saber escribir: España bajo las bombas


Esta mañana tenia un email de la amiga Haydée, en el que me envía una magnifica página con diferentes artículos relacionados sobre la guerra civil española y que como me recordaba que digo en este rincón, no hay lugar para el silencio ni para el olvido. Por ello entre todos los artículos, elegido este, tal vez porque ese pequeño pueblo llamado Minglanilla, esta muy cerca del mío y no he podido evitar emocionarme e imaginar que también podría ser el mío y quien le dijera aquellas estremecedoras palabras, fuera mi bisabuela.

Disfrutarlo, la emoción y la tristeza llegarán solas. Gracias Haydée.

Saber escribir: España bajo las bombas
Margarita Mateo Palmer • La Habana
Fotos: Cortesía del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau

Uno de los momentos de mayor emoción del viaje realizado por Carpentier a España durante la Guerra Civil tuvo lugar en un pequeño pueblo, Minglanilla, donde los asistentes al Congreso Internacional de Escritores conversaron con los pobladores y los niños huérfanos de Badajoz, evacuados en ese sitio. Allí, mientras dialogaban con los aldeanos, una anciana muy arrugada, con un pañuelo oscuro sobre la cabeza cana, se acercó al narrador cubano y le dijo unas palabras que lo estremecieron profundamente: “¡Ayúdennos ustedes que saben escribir!”. La impresión que le provocó este reclamo fue comentada por Carpentier del siguiente modo:

"¡Nunca me sentí tan humillado como en aquel instante, dándome cuenta de lo poco que significa el “saber escribir” ante ciertos desamparos profundos, ante ciertas miradas de fe, ante el oscuro anhelo de mundos mejores que palpita en el alma de estos campesinos castellanos…!"1

La fe de la anciana analfabeta en el poder de la palabra escrita, su confianza en un saber al que no ha tenido acceso, son un motivo importante en la escritura de las crónicas carpenterianas. Publicadas en la revista Carteles entre septiembre y octubre de 1937, España bajo las bombas es un excelente ejemplo de cómo el escritor tensa sus recursos expresivos para defender una causa y dejar testimonio de su experiencia en España durante la Guerra Civil, cumpliendo, de algún modo, la petición de la anciana que lo interpeló en Minglanilla, es decir, poniendo en juego todos los recursos de que dispone como escritor en la consumación de ese “saber escribir” en el que ella confía.

Lo primero que llama la atención es que este testimonio sobre la Guerra Civil española está antecedido por un “Preámbulo” en el que Carpentier se detiene a explicar el modo en que abordará el tema, algo inusual en él. Las “Crónicas de un viaje sin historia”, por ejemplo, aparecidas en la misma revista algunos años antes y en las que narra uno de sus viajes por España, comienzan in media res: “Al alba me despierto en Burdeos. Las ruedas de los vagones truenan a lo largo de un puente con osamenta metálica, tendido sobre un río lento y caudaloso…” (81). Ahora, la importancia del tema lo impele a reflexionar detenidamente acerca de la forma que dará a su escritura.

Según él mismo explica, en un inicio pensó escribir “algunos artículos de observación y comentarios de orden político” (133), así como realizar una fiel relación de los trabajos del Congreso. No valoró la posibilidad de un reportaje, ya que este implica “ciertas concesiones al pintoresquismo descriptivo y a lo anecdótico” (133), lo cual le parecía poco adecuado para una situación tan dramática. Al llegar a España, sin embargo, le fue imposible permanecer en un plano crítico y especulativo, y primó la lógica del corazón.

Carpentier se propone, entonces, transmitir sobre todo las emociones que le ha provocado esa experiencia. La historia del Congreso la hará “llevando paralelamente una especie de cámara fotográfica destinada a fijar lugares y gentes, así como un micrófono para recoger palabras y sonidos” (134). Ese afán testimonial, el hecho de haber sido testigo presencial de los acontecimientos, se reitera cuando afirma que todo lo narrado ha sido visto y escuchado directamente por él con sus propios ojos y sus propios oídos. Al mismo tiempo, expresa que no vacilará en citar a otros escritores que hayan sabido plasmar mejor una frase o una emoción, una práctica también muy poco frecuente en sus crónicas. Esto último sucederá en varias ocasiones, sobre todo con los textos de André Chamson, cuyas palabras llegan a conformar un epígrafe completo de una de las crónicas.

La presencia de aguzadas oposiciones es uno los aspectos que más llama la atención en la elaboración de España bajo las bombas. El escritor opera por contrastes que resultan muy efectivos. Uno de estos se establece a partir de la dualidad entre la guerra y la paz. Desde los inicios, al cruzar la frontera —“un viaje enorme de apenas dos minutos”—, tiene lugar una especie de rito de pasaje simbolizado en el tránsito por el túnel de Port-Bou. Allí se traspasa el límite entre dos realidades muy diferentes. En Francia quedan los cafetines mediterráneos, las bebidas anisadas, los pintores en la calle. España, aunque muestra un paisaje físico similar —las mismas playas de arenas finas bañadas por el mismo mar, iguales árboles y piedras—, ofrece una imagen muy diferente:

"Pero lo que aún no conocían nuestros ojos era lo que le habían añadido los mensajeros de la muerte: aquel enorme agujero abierto en la roca por una bomba de mil kilogramos; aquel puente de piedra destruido por obuses nocturnos; los cristales rotos de la estación de ferrocarril; los techos transformados en pobres esqueletos de vigas resquebrajadas… ¡Estamos en España!" (137)

Muy vinculada a la oposición anterior aparece la dualidad vida y muerte, que será el eje principal de las crónicas. Carpentier se asombra del modo en que se potencia y sublima la vida ante la amenaza constante que la acecha:

"Rodamos hacia un mundo donde los factores vida y muerte cobran nuevas categorías, nuevos significados; donde la facultad de existir se exalta hasta lo dionisíaco en un juego prodigioso y abominable contra las voluntades de aniquilamiento. Vida que se hace más palpable, precisamente, porque la presencia de la muerte la hace imperativamente más dinámica; vida que adquiere, por constantes posibilidades de no ser, una conciencia total de sí misma." (136)

La presencia y la reafirmación de la vida toman diferentes formas: el cultivo de la tierra, la defensa de la cultura, de las obras de arte, de las piezas de los museos, o las labores de reconstrucción, que se convierten en un verdadero leitmotiv. La cúpula del Ayuntamiento donde se celebra el Congreso, por ejemplo, ha sido recientemente reconstruida, sin embargo: “Todavía se evidencian en las murallas, en las columnas, en los mármoles de los barandales las huellas de la formidable explosión…”. Más adelante describirá cómo los obreros madrileños reanudan cada día su labor de Danaides, retirando escombros, apuntalando murallas, rellenando huecos. La alegría de vivir se advierte en pequeños detalles como la disposición ornamental de las tiras de papel para proteger los cristales de los ataques de la aviación, o cuando, después de un feroz bombardeo, una muchacha le dice a otra en el lugar donde se han refugiado: “Ya es muy tarde para dormir. ¿Vamos a la playa?”.

Los hospitales aparecen como una zona intermedia entre la vida y la muerte donde se tensa más aún la lucha por la supervivencia. Impresiona al autor de El siglo de las luces la “serenidad viril y esperanzada” que anima a los combatientes que aspiran a regresar al frente. Como un detalle macabro se hace referencia al bombardeo de un hospital, que vuelve a herir a los heridos, en un ensañamiento tan reiterado como mortal.

La muerte —representada por los aviones enemigos, las bombas, la amenaza constante, la destrucción— es descrita con los detalles de sus dramáticas consecuencias. Refiriéndose a Barcelona, por ejemplo, afirma el autor:

"El último raid le ha costado ciento cincuenta vidas, ciento cincuenta cadáveres alineados en las mesas frías del necrocomio. Pronto veremos las viviendas de donde fueron retirados los restos humanos; pobres casas en las que las bombas enemigas abrieron tremendos boquetes negros, respetando —¿por qué?— una leve cortina de muselina azul. Ventanas absurdamente ensanchadas por la explosión. Vigas metálicas enmarañadas como alambre de florista…" (141)

La experiencia personal del primer bombardeo es descrita cuidadosamente —“El suelo retumba y se estremece. Terremoto fugaz seguido de bofetadas de aire en todos los cristales” (151)— y da lugar a uno de los pocos momentos reflexivos de las crónicas, cuando el autor se imagina la reacción de un posible falangista sometido, al igual que sus compatriotas, a la amenaza de las bombas. La respuesta “íntima, fisiológica, muscular”, aquella que “la carne grita” ante el asedio de la metralla, no puede ser otra que la de aplaudir la llegada de los aviones republicanos.

Una de las visiones más sobrecogedoras para Carpentier es la de la destrucción de Madrid, considerada por él una de las ciudades más encantadoras que existen en el universo, un sitio especialmente amado, hasta el punto de haberse preguntado en crónicas anteriores el secreto motivo de la atracción que siente por determinados sitios de esa urbe. El nuevo paisaje que se presenta ante sus ojos establece un fuerte contraste con el Madrid alegre, pleno y acogedor del que ha disfrutado en viajes anteriores:

"La Puerta del Sol, la Gran Vía, la calle de Alcalá, parecen haber pasado por un terremoto. Los edificios presentan resquebrajaduras de treinta metros de alto. Estatuas decapitadas y caballos de bronce suspendidos en el vacío. La torre de la Telefónica, milagrosamente sostenida en equilibrio, está atravesada de parte a parte por innumerables obuses. […] Solo quedan ruinas del café Cristina en la Calle Mayor. Una bomba caída en los alrededores de Atocha ha suprimido —¡la palabra es exacta!— la mitad de un building de siete pisos, cuyas habitaciones quedan abiertas sobre la calle como los cuartos de una casa de juguete…" (169)

La violencia sobre el espacio de la intimidad doméstica, la exposición del ámbito privado de la convivencia a la luz pública es otro de los motivos reiterados en España bajo las bombas. En su desnudez y desamparo, perdido el vínculo que los integraba a la dinámica familiar, los objetos permanecen como testigos mudos de un mundo al revés. En ellos se puede leer — “con asomo de vergüenza, como quien leyera cartas que no le han sido destinadas” — la significación que tuvieron para los moradores de estos hogares hoy deshabitados:

"Aquí no queda una casa sana, un ladrillo sin herida, un árbol con las ramas enteras. Las fachadas se han abierto, como tapas de armario, dejando ver el interior de los departamentos, la intimidad de las habitaciones. Intimidad que nos conmueve, sin embargo, porque conoció actos de vida y llantos de muerte, y porque en ella nacieron sueños de hombres. […] Cámara rosa, que debe haber sabido de júbilos nupciales; cámara gris, que ha oído el último suspiro de ancianos cuyos retratos adornan las paredes. Objetos humildes, sin más valor que el conferido por un recuerdo o una ternura humana: un cofrecillo de cobre repujado, un óleo de poca alcurnia, una muñeca sonriente, una cortina bordada por la niña amada, un caballito de madera…" (172)

Carpentier advierte la dimensión simbólica del espacio que contempla, y en su afán testimonial, deja a los objetos expresar su significación más profunda. En estas crónicas los objetos hablan. Ejemplo de ello es el libro de Neruda, su Góngora monumental, que aparece travesado de parte a parte por una bala cuando el poeta chileno visita su antiguo departamento de la calle Argüelles, habitado ahora por los milicianos, donde encuentra intocadas sus ediciones raras, su máscaras javanesas.

Otro de los recursos utilizados por el escritor son las enumeraciones que, en su acumulación caótica, remiten al mundo violentado por la guerra. Los milicianos de la calle Alberto Aguilera, por ejemplo, aparecen sentados en:

"…muebles cojos que han caído de las casas: bancos de cocina y butacas de Luis XV, taburetes de piano y sillones de mimbre. El centro de la vía está constelado de cristales rotos, tejas quebradas, cazuelas agujereadas, botellas truncas, maderas con clavos enmohecidos, asas de ollas y tibores." (173)

Otro de los motivos reiterados en el texto es el silencio, contrapunteado tanto con la música, como con el estruendo de la guerra. En “Crónicas de un viaje sin historia”, los cantos, los bailes, las zarzuelas habían sido una presencia constante en la descripción de Madrid, una ciudad que brindaba “al viajero una incomparable dulzura de vivir”. Como uno de sus más gratos recuerdos de aquel viaje Carpentier rememoraba entonces su encuentro con el músico ciego tocador de armonio a quien se unió para tocar una danza de Granados a cuatro manos. Las retretas de la Moncloa, el alegre bullicio de la Verbena de la Paloma, el jolgorio de los teatros, los pasodobles, el ambiente festivo, son una constante en esa visión de la ciudad amable. No es de extrañar que ahora el silencio, asociado con la guerra, resulte sobrecogedor. En el paseo de Rosales, donde antes se oían los melodiosos sonidos del quiosco de la música “reina hoy el silencio más absoluto que hayan percibido nuestros sentidos; verdadero silencio de muerte” (175). En una especie de ubi sunt, Carpentier rememora lo que ya no está o ha sido transformado al punto de hacerse casi irreconocible:

"¿Y el quiosco de la Moncloa, donde tantas veces oí ejecutar prestigiosamente el Andantino de la Séptima Sinfonía? Está ahí, hecho una maraña de alambres y de barrotes, en su media plataforma donde las granadas hicieron carambolas de fuego." (175)

Pero es en el barrio de Argüelles, símbolo de la resistencia de Madrid, donde sus emociones alcanzan ese fortíssimo de partitura musical anunciado en el preámbulo cuando, durante un paseo, tropieza con un espectáculo increíble:

"…en el medio salón de una media casa, bajo un medio techo, junto a una media ventana, una muchacha sonriente y linda hace sus ejercicios en un medio piano. La parte del teclado correspondiente a la clave de fa ha desaparecido. Solo quedan las notas de la clave de sol." (176)

Como una expresión simbólica de la resistencia de Madrid escucha el narrador cubano “el sonido conmovedor del pobre piano herido”, desde donde se eleva una melodía que no podrá ser apagada por “el estrépito infernal de cuatrocientos obuses”. (176)

Las crónicas de España bajo las bombas son un excelente ejemplo de cómo el “saber escribir” reclamado por la anciana de Minglanilla se ha tensado en la prosa carpenteriana para defender a España a través del “crescendo de la emoción profunda de ese viaje que se regula como un amplificador de partitura musical” y culmina con la música que nace del piano mutilado, entre las ruinas, expresión de la voluntad de vivir, de la afirmación de lo humano y de la posibilidad de vencer a la muerte.

Notas
1 Alejo Carpentier: Bajo el signo de la Cibeles. Madrid, Editorial Nuestra Cultura, 1979, p. 162. A partir de ahora se citará de esta edición señalando la paginación directamente entre paréntesis.

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Vivir bajo las bombas

Homenaje a mi abuela Modesta


Homenaje a mi abuela Modesta
9 de Octubre de 2009


Elige una mesa solitaria y se sienta en la terraza de la cafetería, frente al ayuntamiento en el que sesenta y cuatro años antes fue detenido su abuelo. Es un día soleado y en la plaza varios peregrinos miran mapas, sacan sus pies de las botas para relajarlos, detienen sus bicicletas para tomar un respiro o intentan localizar las flechas amarillas que les indican por dónde deben seguir su camino. Remueve distraído el café con leche y repasa las anotaciones de su cuaderno; en los márgenes apunta correcciones, ideas o comentarios. Alza la vista y observa la puerta a la que un día se acercó su padre para llevarle al abuelo detenido algo de comida y una muda limpia. Imagina al guardia que al principio ignora conscientemente a aquel muchacho que le mira con los ojos asustados y después le dice sonriendo, a ese niño angustiado al que le faltan dos días para cumplir diez años, que el padre al que quiere visitar ha escapado por una ventana, que ya no está ahí. En ese momento es capaz de sentir cómo a su padre se le evapora la infancia, se le apaga el mundo, se le paraliza el corazón y la angustia le recorre el cuerpo de los pies a la cabeza, antes de llegar resoplando a casa para decirle a la madre que padre se ha fugado, que según le dicen saltó por una ventana y no saben nada de él.

La imagen de su abuela gritando, desesperada, asustada, incapaz de recoger los añicos de su biografía rota, herida de la manera más profunda, se instala en su cabeza. La ve tirando cualquier cosa que tuviera en ese momento en la mano, soltando el delantal como si quedara suspendido en el aire al tiempo que sale corriendo hacia el ayuntamiento, desbocada, poseída por un temor sin límites, por un dolor infinito, por la terrible sensación de que algo fundamental se ha desprendido de su vida para siempre. Apenas respira hasta que llega a la plaza e interroga al falangista que vigila la puerta. El hombre le recrimina pero la angustia la incapacita para controlarse y grita que quiere que le digan dónde está su marido, que quiere saber qué le han hecho. Al tiempo le sujeta los brazos al hombre que vigila la entrada, se los agita, como si tratara de acelerar la respuesta para despejar una décima de segundo antes esa duda terrible, esa nube de plomo que acaba de derramarse sobre su horizonte. El guardián la empuja, se separa de ella y esta vez se ahorra la sonrisa para decirle que su marido no está allí, que él no ha hecho el turno de noche pero cree que se escapó. Y entonces ella, convertida en un inmenso lamento trata de entrar, de ver que ya no está, y el guardia la sujeta, mientras ella patalea, araña, lucha. Quiere recorrer cada rincón de aquel edificio, quiere oler las baldosas, la reja de la celda donde su marido ha estado detenido, el catre donde ha dormido, respirar el último aire con el que él ha llenado sus pulmones, comprobar que no le mienten y quizá no quieren que lo vea torturado, golpeado, amoratado. Pero entonces otros dos hombres salen a su encuentro y la sujetan y le dicen que no tiene nada que buscar, que a su marido lo llevaron de paseo.

La mujer sigue luchando, batallando; intenta esquivar lo inevitable, hasta que un grito sale de su garganta, un grito que nunca más volverá a repetir, un grito que asusta y paraliza el aire, lo tiñe, lo oscurece; que detiene a todos los que en ese momento atraviesan la plaza, que estremece a quienes saben exactamente lo que significa, que congela las lágrimas de sus hijos, que la han seguido hasta allí asustados porque presienten que se les evapora la infancia y no identifican exactamente por qué, hasta que aquella palabra, aquel polisílabo con el que su madre enuncia una verdad que deja de existir en ese mismo instante: “¡Asesinos!”.

La garganta de la madre lanza aquel estallido como una inmensa ola que derrumba el silencio que en las últimas semanas el pueblo ha construido para vivir como si aquellos crímenes no estuvieran ocurriendo, como si los camiones que de noche salen cargados después del toque de queda no fueran a ninguna parte, como si las mujeres a las que no se les permite vestir de luto no se mordieran los labios para sujetar su llanto, como si nadie viera a los niños con la mirada perdida que de un día para otro abandonan la escuela para ir a trabajar, como si no hubiera familias que un día recogen sus pocas pertenencias y abandonan el pueblo porque lo que hasta ese día era suyo ha dejado de pertenecerles.


(Del libro que estoy escribiendo: Agujeros en la niebla)
Emilio Silva

Marcos Ana tendrá una calle en Sevilla


El Ayuntamiento de Sevilla aprobó en sesión plenaria a instancias de la Junta Municipal del Distrito Bellavista- Palmera, la rotulación de una calle a nombre del escritor comunista Marcos Ana.
Naturalmente la propuesta nace de nuestro Grupo Municipal y su inclusión en el nomenclátor se llevará a cabo en una calle del Distrito Bellavista – Palmera, cuya Presidenta de su Junta Municipal es nuestra compañera Josefa Medrano. Será mañana, 15 de octubre a las 19:00 h y va a estar rodeado de amigos, compañeros y camaradas.

Para nuestro Grupo Municipal es un acto de justicia para con este luchador incansable que ha dedicado toda su vida a la defensa de las libertades, frente al fascismo y el franquismo, siendo el preso político desde el golpe de estado del 36 que más tiempo ha pasado en las cárceles de la dictadura.

Posteriormente, como se recoge en el cartel de abajo, su partido en Sevilla, el PCA, le va a rendir un homenaje tras el acto institucional en el Centro Cívico de Bellavista, calle Asensio y Toledo, s/n, con entrada gratuita hasta agotar el aforo, a las 20:00 h. Marcos Ana, poeta comunista (o comunista poeta) pasó 23 años de su vida en las cárceles franquistas por su compromiso inalienable con la causa de la II República y por conseguir la libertad en nuestro país.



Blog de WordPress.com.

Felicidades Germán


Hoy es un día muy especial, pues un adorable jovenzuelo de espíritu y corazón, cumple años, él es el entrañable Germán Alonso, que a sus 87 años recien cumplidos sigue aportándonos su fortaleza, memoria y como siempre su cariño. Por ello quería dedicarle esta entrada a modo de felicitación, con esta canción de Mercedes Sosa y a modo de guiño para despedirla; y con este bonito poema de mi querido Don Ramón de Almagro, que hace unos meses me envió.

"Felicidades Germán, que sigas manteniendo esa fortaleza, vitalidad y eterna Juventud, es un lujo el haberte conocido y tener el privilegio de sentirme tu amiga y tener tu cariño. Un besazo."


Amigos
Si te sientas conmigo,
Si tú estás a mi lado,
Que seamos amigos,
Ya está casi... arreglado.

Te diré dos palabras,
cualquier cosa que sea,
buscaré de tus labios
la respuesta... cualquiera.

Abriré tu sonrisa
con palabras graciosas,
te diré con malicia
una frase... ingeniosa.

Buscaré en tu mirada
si me has comprendido,
solo ofrezco palabras,
solo ofrezco... mi oído.

El tener quién escuche
cuando quieres hablar,
quién te brinde silencio
cuando quieras pensar.

El tener quién te hable
si querés escuchar,
es tan bueno ¿Y qué cuesta?
casi nada, al final.

Si te sientas conmigo,
si tú estás a mi lado,
que seamos amigos,
ya está casi... arreglado.

A mis amigos
Ramón de Almagro



Ayer me llegaba un correo de la amiga Eva, que tb estaba pensando en hacer algo especial para nuestro querido Germán, pues el se lo merece, por lo que han creado un grupo en facebook, para reunir todas las felicitaciones "Germán Alonso: ¡87 bien cumplidos!" y en su blog "Germán el Rojo", donde podéis dejar vuestra huella y cariño. Gracias.

También puedes escribirle a Don Ramón para que te lo envíe a otro país, seguro que te encanta su librito de Poemas, él te lo agradecerá. donramon@sinectis.com.ar

NIÑOS ROBADOS

El Rincón de las Miradas

Hola a todos, bienvenidos al Rincón de la Memoria, ¿el porque de ese nombre?, porque para mi es muy importante "No Olvidar", recordar mis raíces, los amigos, las risas, los sueños, las tristezas….recordar cada instante, y no olvidar nunca mis recuerdos.

Un blog de recuerdos de grandes personas e historias, que no deben borrarse de la historia, ni de nuestra Memoria. Un Sitio de encuentros, donde el Olvido y el silencio no tienen la puerta abierta.

Este Blog lo he creado pensando especialmente en dos grandes personas, las cuales admiro muchísimo, son mi buen Amigo Don Ramón de Almagro y Marcos Ana (al cual descubrí un poco más gracias a Don Ramón), Con todo mi cariño hacia ellos.

Y gracias a este Rincón tengo que añadir una extensa lista de amigos entrañables que nunca olvidaré...Andrés Iniesta, Germán, Eva, Carmina, Rafa, kebran y un largo ect.
¡GRACIAS A TODOS!


Datos Personales

Mi foto
No olviden que a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo (...).

"Canciones con Memoria"

Lo Último de...

D. Ramón y Marcos Ana

D. Ramón y Marcos Ana

La caza del monumento fascista.

Museo Virtual de la Memoria Repúblicana de Madrid Las víctimas de la Represión Franquista en Madrid